jueves, 31 de mayo de 2012

La sangre corre pero no vuelve

Tomó el teléfono y discó. No sabía a quien llamaba. Necesitaba hablar. Cuando escuchó aquella voz, se le hizo un nudo en la garganta. Respiró dos veces y comenzó...

Bs. As, Argentina
19:02 Sábado



¿Hola? Hola. ¿Me comunico con el centro de enfermos psicóticos, abandonados por el amor? No. Disculpe. ¿Con quién tengo el gusto de hablar entonces? Mariana. Mariana… Creo que conozco una Mariana, mi nombre es Olivia. Un gusto. ¿Te molesta que te hable? Hoy me siento especialmente sola. No hay problema, igual te comento que no tengo mucho tiempo. No es necesario el tiempo, yo no tengo tiempo, donde vivo no existe el tiempo, el tiempo no debería tener sentido para vos. ¿Queres decir que vivís sin horarios? Claro, es común, hay mucha gente que vive así. ¿Estas segura? Sisisi, estoy segura totalmente. No se, no lo veo muy convincente. Pero te digo que si, creeme, el tiempo nunca ayuda, por el contrario te estresa, te pone presiones innecesarias, te genera problemas. No creo que sea así, por el contrario, el tiempo es genial, quiero decir existe pero vos lo manejas, lo organizas para tu propio beneficio. Nunca lo había pensado así.
Diculpame me tengo que ir. No hay problema. Podemos seguir mañana. ¿Te gustaría? Ningún problema, mañana a la misma hora, voy a tener mas tiempo libre. Muchas gracias.


Bs. As, Argentina
20:11 Sábado


¿Hola? Hola, soy yo Olivia. Olivia. Si, ¿te molesto? Estoy un poco ocupada la verdad, pero es import… Me corté las venas. ¿Cómo? Que me corté las venas, me duele mucho ahora y no me animo a ponerme alcohol. Espera un segundo… ¿Estas con gente? Si, mis primos. Te dejo, después hablamos. No, tranquila ya se están yendo. OK, te espero. Acá estoy otra vez. ¡Gracias! ¿Qué te pasó? Nada, solamente me corté. Sí eso ya lo entendí, pero ¿porque? Creo que estoy deprimida. ¿Te pasó algo entonces? Es raro eso que preguntas, porque a mi me pasan cosas todos los días, claro a veces cosas normales otras no tanto. Bueno pero yo hablo de algo más que esas cosas normales que te pasan, algo que haya generado este desahogo, alguna razón por la cual te lastimas. Hay muchas razones, creo que una fue porque no me quiere. ¿Quién no te quiere?  Él. ¿Quién es él? Él amor de mi vida.

Cortó el teléfono y corrió al baño. Esta vez no tomó la tijera. Rompió el espejo con desesperación y se arrodillo con furia sobre los cristales rotos. El teléfono no sonó, nunca iba a sonar. Intentó ponerse de pie lentamente pero no pudo. Quitó algunos de los pedacitos de vidrio de las palmas de las manos y se arrastró llorando hacia el teléfono. Volvió a discar. Ocupado.
Intentó una vez más… Contestadora.

Hola Mariana, soy yo Olivia. Disculpa mi desaparición repentina. Apareció el monstruo y lo tuve que desterrar, ahora estoy mucho mejor. En realidad es mentira, pero quiero que te quedes tranquila. Ya te dije que estoy enferma ¿no? Es bueno que lo sepas. La gente no se da cuenta a veces, aunque dudo que vos no lo hayas notado. Te agradezco mucho, la escucha es la mejor virtud. Mejor que hablar sabes, porque hablando podes decir muchas pelotudeces y la mayoría de las cosas que decís la gente se la pasa por el forro de los huevos, pero yo digo cosas mas importantes… Bah, no se si son importantes pero yo las considero así. Me voy a curar pronto, yo lo se. Él va a volver…

Colgó el tubo. Rompió en llantos.

Esa noche no durmió nada. Salió a la calle con las piernas pintadas de sangre coagulada y descalza. Caminó sin rumbo. Arrugó un poco los ojos, se había olvidado los lentes, y reconoció el kiosco en la esquina. Pidió cinco cajas de cigarrillos, pagó todo con movimientos lentos, fríos, casi calculados. No saludó cuando se fue, tenía miedo de enamorarse. El frió invernal le golpeaba el rostro como nunca. Caminó dos cuadras y se desorientó. Nunca le había pasado… Miró alrededor y no reconoció nada. Miró el cielo rogando que lloviese y se sentó en la entrada de una casa con olor a porro.
Se acurrucó y se abrazó las piernas con los brazos. Lloró mucho. Escondió su cabeza entre sus brazo y respiró hondo.
Se levantó y camino dos cuadras hasta un mercadito chino. Entró. Miles de ojos la envolvieron, junto con un cuchicheo que se volvía insoportable a medida que caminaba. Se detuvo en la góndola de dulces.
Salió del supermercado y camino rumbo a su casa sin problema. Antes de entrar cruzó a la plaza y tiró la compra en un tacho de basura gigante. Sonrió.

Bs. As, Argentina
9:45. Domingo


Cuando desertó recordaba la mitad de las cosas, y de vez en cuando algunos flashes adornaban su memoria en acto desesperado de formar parte de un algo. Recorrió cada milímetro de la habitación con ojos sospechosos.
Buscó algo que comer. Nada, nada de nada. Abrió la caja de cigarrillos y los comió uno por uno saboreándolos, recreando un sabor inexistente. Cuando hubo terminado, abrió la otra caja y prendió uno de los cigarrillos. Tras un par de pitadas lo lanzó por la ventana con asco. Anhelaba el sabor de la marihuana, aquel olor que ahora impregnaba sus fosas nasales. Pero no, no iba a caer otra vez, no después de lo que había pasado.
Deseaba caminar, correr, gritar. De un salto se paró y abrió todas las ventanas de la vieja casa. Respiró llenando sus pulmones con el deseo de que explotaran. Sonrió al vacío, al infinito.
- Tengo que comer algo Bob.

Miró detenidamente la foto de Bob Dylan que ahora sujetaban sus manos. Lo besó, diez veces. Volvió a colgarlo en la pared y tomó el bolso. Abrió la billetera y contó el dinero. Alcanzaba. Prendió el equipo de música y dejó que la casa se inundara con la áspera voz de Pity Álvarez. La ropa estaba tirada por todos lados. Se enfundó unas calzas, un remeron de colores chillones y unas botas cortas, negras, desgastadas que había pertenecido a su papá. Las olió, todavía expedían ese olor a drogadicto inmundo. Tomó envión y corrió hacia la ventana. Calló de rodillas en la vereda y una puntada de dolor recorrió todo su cuerpo, paralizándola. Miró a su alrededor, no había nadie, ni siquiera un linyera en la calle. Era temprano claro, chequeó el celular: 10:10 am.
Un supermercado y al lado un almacén. El primero. Contó la plata otra vez. Sus viejas épocas de camello le habían dejado bien parada económicamente, ahora se daba gustos. Compró pre- pizzas, caramelos, yummys, bombones, 10 litros de cerveza, empanadas recién hechas y 3 coca colas. Pago con un billete de 100 y se fue sin mirar, sin saludar. No se quería enamorar.

Abrió la puerta de entrada con dificultad, las casas viejas se hinchan, decepcionadas con el tiempo. Prendió la estufa y dejó las compras sobre la mesa. Pity seguía cantando. Levantó el tubo del teléfono y marcó: 48024405

¿Hola? Hola Marina, soy yo Olivia. Si, te reconocí la voz. ¿Te desperté? No ya estaba despierta, mirando la tele. Vos… ¿estás bien? Si, me siento mejor, ayer tuve una noche difícil ¿sabes? ¿Qué te pasó?... ¿Hola? Acá estoy. No podía dormir tuve que salir a caminar y me perdí, bah creo que me perdí no estoy muy segura. ¿No preguntaste? No. Nunca hablo con nadie personalmente, tengo miedo de enamorarme. ¿Cómo? Claro. Yo no pierdo la esperanza Mariana, yo sé que algún día me lo voy a encontrar a él. Ahhhh, hablamos de él otra vez. Siempre es sobre él, todo es sobre él, hasta tengo el presentimiento de que las palabras que estoy diciendo también las diría él. Eso no esta bien. ¿Por qué? Deberías dejarlo en el pasado, me parece, te haría mucho mejor. Tal vez, pero no quiero. Entiendo. No, dudo que entiendas lo que me pasa, pocas personas lo hacen. Yo también me enamoré. Imagino que si pero, ¿te paso algo igual a lo que a mi me pasó? No se de que me hablas. En algún momento te lo cuento, ahora no me siento preparada, tengo miedo que me duela más de lo que ya me duele. Cuando quieras. Me tengo que ir Mariana, mañana hablamos.

Mariana se quedó con el teléfono en la mano y un adiós en la garganta. Todavía no salí a de aquella situación, estaba completamente perpleja. Nunca había vivido algo así. ¿De qué se trataba todo esto? ¿Por qué la había llamado a ella? ¿Qué bien le podía hacer a Olivia? Millones de preguntas se le cruzaron por la mente e intentó crear una imagen de cómo sería aquella persona que recurría a su ayuda. Cerró los ojos y comenzó a imaginar.
Mientras tanto Olivia se observaba detenidamente al espejo. Las ojeras cubrían casi toda la superficie de sus ojos color pardo, vidriosos. Sus labios carmín cercanos a la perfección contrastaban con el color blanco de su rostro. Era bonita y lo sabía, pero la tristeza se había apoderado de su ser hacía años y la apagaba. Sintió un amargo sabor en la garganta y las lágrimas ya comenzaban a caer por sus mejillas.
- No quiero más, ya no quiero más. Secó sus ojos con las manos temblorosas. Se miró una vez más al espejo y esbozó una mueca al encontrarse con su mirada. Una mirada insegura, adolescente, casi infantil.
Se tiró sobre el colchón gastado y miró al techo un largo rato. Otra vez el nudo en el estómago. Se levantó de un salto y dio vueltas alrededor de la habitación como si estuviese buscando alguna cosa. Una fotografía dormitaba sobre los papeles desordenados de la biblioteca. La miró de reojo, casi con miedo. Rompió en llantos y esta vez fueron imparables. El llanto se rindió y sus fuerzas igual. Se quedó dormida con la foto pegada a su pecho.

Bs. As, Argentina
18:22 Domingo

Mariana. Oli ¿como estas? Me dijiste Oli… Si, ¿no te gusta? ¡Me encanta! Mejor entonces. Te llamaba para decirte que me siento mejor, de verdad. Me gusta esa actitud, yo sabía que se te iba pasar. No se me pasó nada, las cosas no pasan así tan rápido. No te entiendo. No se que es lo que no entendes Mariana. El dolor desgarra, deja una herida casi incurable… Eso depende de vos. Si y también depende de lo bien que se encuentre tu salud mental. A la hora de arreglar problemas la salud mental no aporta absolutamente nada, todo viene del corazón. Creo que lo escuché en algún lado. Vos no estás intentando curarte, si te lo propusieras lo lograrías en poco tiempo. No me conoces, ya te lo dije, el dolor y los enfermos mentales no se llevan bien. No sos ninguna enferma vos, el dolor te enferma. Me gusta llorar, me gusta sentir el dolor pero sabiendo que va a terminar, ahora se que nunca voy a poder dejar de llorar, jamás va a sanar mi herida. Te aviso de antemano Mariana voy a cortar el teléfono… ¿El monstruo? Él, no, los...

¿Cómo podía estar sucediendo eso? ¿No se suponía que hablando iba ser todo mejor? Cuando uno comparte el dolor, desaparece más rápido. Mentiras, todo eso es una mierda, una mentira grande, grande como el dolor que nos persigue. Se sacó los pantalones y ojeó los cortes, aún la carne estaba viva. Se deslizó hacía el baño en puntas de pie, como si temiese que captar la atención de algún mirón. Los vidrios seguían en el piso coloreados de sangre. Respiró profundo dos veces y se arrodillo con fuerza sobre los trozos de cristal. Un grito desgarrador quebró el silencio.

La imagen era triste, tristísima, casi desagradable. El cuerpo delgado blanco yacía cual muerto sobre los vidrios flotantes del mar de sangre. Poco a poco la sangre iba cambiando de color. Ya no era roja, sino negra, oscura, olvidada. Los cabellos desparramados por el suelo también estaban empapados y algunos de los hilos de sangre provenían de la cabeza misma. Juntó coraje e intentó ponerse de pie. A tientas se acercó al interruptor de la luz junto a la puerta. Caminó lentamente hacia el living, dejando marcas en las paredes, donde el espejo esperaba con terror aquella escena. Miro su reflejo unos segundos y se rio, soltando carcajadas histéricas. En acto de desesperación paso su mano por la cara intentando despojarse de aquel flujo carmín que la cubría. Algunos cristales se clavaron en sus labios abriendo pequeñas vertientes de sangre. Estaba rota. Por fuera y por dentro. Con los pedazos de vidrio en las rodillas y los pies caminó unos pasos más y tomó los cigarrillos. Se sentó cómodamente en el sillón azul de terciopelo y fumó divertida haciendo circulitos en el aire. Estaba muerta. El miedo erizó los bellos de su cuerpo. Fumó dos secas, apagó el cigarrillo previniendo lo peor y calló desmayada. Podría ser un bonito cadáver, la sonrisa adornaba su rostro marchito. Pero no iba a morir, no iba a dejar que eso pasara.

Bs. As, Argentina
9:34 Lunes

Y no pasó. Intentó abrir los ojos parpadeando con dificultad. La luz del sol bañaba todo su cuerpo secando lentamente las heridas. Ojeó el reloj. Tenía que ir a la facultad, pero no podía aparecerse así. Se sentó con dificultad y meditó la situación. No encontraba salida, "debía" ir sí o sí. A rastras llegó a su cuarto y tomó el botiquín de “primeros auxilios” limpió cada una de sus heridas, con una escoba puso orden en el baño, borrando todos los rastros de dolor que quedaban en el. Se metió en la ducha.
Mientras juntaba la ropa tomó el teléfono y discó el número que hacía dos días se había transformado en su confidente.

¿¿Olii?? Si, soy yo. ¿Todo en orden? Muy bien, por suerte, me acabo de bañar. Yo estaba en eso. Bañarte hace bien ¿sabes? Obvio estar sucio no es muy agradable para vos ni para los que están con vos. No, pero además te limpias vos, quiero decir te perfeccionas. ¿Cómo? Claro después de una cagada, yo soy experta en eso, limpias los errores. Jajaja nunca lo había visto de esa forma... Mira que te das mañas. Puede ser. Si, créeme te das mucha maña y es re lindo, así vas a avanzar más rápido. Avanzar, crecer, renacer… Me gustaría. ¿Me parece u hoy nos levantamos con un ánimo increíble? Me levante con ganas de no morirme. Perfecto. Me tengo que ir a la facu Mariana. Yo también además no desayuné todavía. Yo tampoco… ¿A que facultad vas Oli?

Y otra vez se quedó con el tubo en la mano y una respuesta. Definitivamente Olivia no quería que se encontraran. Era algo no raro. A veces parecía banal o superfluo, pero entonces Olivia llamaba y contaba cosas que Mariana nunca había oído y la dejaban pensando todo el día. Olivia nunca contó nada personal. Ni siquiera sobre ese Él que tanto nombra. No debe ser fácil se imaginó que no debóa ser fácil. Ella dijo en un momento que conocía una Mariana… ¿Sería ella? No. Imposible. No sabía nada de ella y… ¿Por qué no? Nada lo impedía. Vivian en la misma ciudad, ella tenía su número, estudiaban y de seguro en la misma facultad. Las hipótesis terminaron por marearla. Sacudió la cabeza y se dispuso a tomar el mate que había preparado dos horas atrás. Frío.

Olivia mientras tanto elegía la ropa. Jeans. Remera escocesa. Borcegos. Se miró en el espejo. Definitivamente tenía que hacer algo con su rostro. Los pequeños corten habían conquistado toda la superficie de su cara. Los acarició uno por uno. Suspiró y corrió hacia su habitación en búsqueda de la bolsa de maquillajes. Cuando se encontró con su reflejo no pudo reconocerse. Así meses que no lucía tan bien, nunca se había sentido tan libre del dolor. Ahora podía sonreír y la sonrisa no sería un invento de actriz barata. Se volvió a mirar y esbozó una sonrisa. Acto fallido. Todavía no podía fingir que ser feliz.
Hizo un esfuerzo hercúleo para desterrar a las lágrimas que se proponían abandonar sus ojos en ese momento. No. No iba a llorar.
Agarró el bolso, guardó los libros, tomó el mate quemándose los cortes de los labios. Sonrió. No importaba, ya nada de eso importaba. Nuevo día. Renacer. Se lo había prometido a Mariana, se lo había dicho a Él
Se detuvo frente al espejo una vez más y sonrió unos segundos. Suspiró y escupió su reflejo, ya no quería mentirse.
- ¡Basta!
No quería sufrir. No quería enamorarse. Se puso la boina y salió rumbo a la facultad. Tomó el primer colectivo que paró.
- Hasta el infierno
- ¿Vas a ciudad universitaria?
- Si-
Lo miró incrédula y metió las monedas. Ya nadie entendía nada. Nadie escuchaba a nadie le importaba nada. ¿Desde cuando el infierno se encontraba en Ciudad?
Viajó con la cabeza baja. Se enchufó los auriculares y no prestó atención alguna a lo que ocurría a su alrededor. Se centró en si misma mientras la desgarradora voz del Indio Solari partía su cabeza.Vencedores Vencidos.

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