Tomó el teléfono y discó. No sabía a quien llamaba. Necesitaba hablar.
Cuando escuchó aquella voz, se le hizo un nudo en la garganta. Respiró
dos veces y comenzó...
Bs. As, Argentina
19:02 Sábado
¿Hola?
Hola. ¿Me comunico con el centro de enfermos psicóticos, abandonados
por el amor? No. Disculpe. ¿Con quién tengo el gusto de hablar
entonces? Mariana. Mariana… Creo que conozco una Mariana, mi nombre es
Olivia. Un gusto. ¿Te molesta que te hable? Hoy me siento especialmente
sola. No hay problema, igual te comento que no tengo mucho tiempo. No
es necesario el tiempo, yo no tengo tiempo, donde vivo no existe el
tiempo, el tiempo no debería tener sentido para vos. ¿Queres decir que
vivís sin horarios? Claro, es común, hay mucha gente que vive así.
¿Estas segura? Sisisi, estoy segura totalmente. No se, no lo veo muy
convincente. Pero te digo que si, creeme, el tiempo nunca ayuda, por el
contrario te estresa, te pone presiones innecesarias, te genera
problemas. No creo que sea así, por el contrario, el tiempo es genial,
quiero decir existe pero vos lo manejas, lo organizas para tu propio
beneficio. Nunca lo había pensado así.
Diculpame me tengo que ir.
No hay problema. Podemos seguir mañana. ¿Te gustaría? Ningún problema,
mañana a la misma hora, voy a tener mas tiempo libre. Muchas gracias.
Bs. As, Argentina
20:11 Sábado
¿Hola?
Hola, soy yo Olivia. Olivia. Si, ¿te molesto? Estoy un poco ocupada la
verdad, pero es import… Me corté las venas. ¿Cómo? Que me corté las
venas, me duele mucho ahora y no me animo a ponerme alcohol. Espera un
segundo… ¿Estas con gente? Si, mis primos. Te dejo, después hablamos.
No, tranquila ya se están yendo. OK, te espero. Acá estoy otra vez.
¡Gracias! ¿Qué te pasó? Nada, solamente me corté. Sí eso ya lo entendí,
pero ¿porque? Creo que estoy deprimida. ¿Te pasó algo entonces? Es raro
eso que preguntas, porque a mi me pasan cosas todos los días, claro a
veces cosas normales otras no tanto. Bueno pero yo hablo de algo más
que esas cosas normales que te pasan, algo que haya generado este
desahogo, alguna razón por la cual te lastimas. Hay muchas razones,
creo que una fue porque no me quiere. ¿Quién no te quiere? Él.
¿Quién es él? Él amor de mi vida.
Cortó el teléfono y corrió
al baño. Esta vez no tomó la tijera. Rompió el espejo con desesperación
y se arrodillo con furia sobre los cristales rotos. El teléfono no
sonó, nunca iba a sonar. Intentó ponerse de pie lentamente pero no
pudo. Quitó algunos de los pedacitos de vidrio de las palmas de las
manos y se arrastró llorando hacia el teléfono. Volvió a discar.
Ocupado.
Intentó una vez más… Contestadora.
Hola Mariana,
soy yo Olivia. Disculpa mi desaparición repentina. Apareció el monstruo
y lo tuve que desterrar, ahora estoy mucho mejor. En realidad es
mentira, pero quiero que te quedes tranquila. Ya te dije que estoy
enferma ¿no? Es bueno que lo sepas. La gente no se da cuenta a veces,
aunque dudo que vos no lo hayas notado. Te agradezco mucho, la escucha
es la mejor virtud. Mejor que hablar sabes, porque hablando podes decir
muchas pelotudeces y la mayoría de las cosas que decís la gente se la
pasa por el forro de los huevos, pero yo digo cosas mas importantes…
Bah, no se si son importantes pero yo las considero así. Me voy a curar
pronto, yo lo se. Él va a volver…
Colgó el tubo. Rompió en llantos.
Esa
noche no durmió nada. Salió a la calle con las piernas pintadas de
sangre coagulada y descalza. Caminó sin rumbo. Arrugó un poco los ojos,
se había olvidado los lentes, y reconoció el kiosco en la esquina. Pidió cinco cajas
de cigarrillos, pagó todo con movimientos lentos, fríos, casi
calculados. No saludó cuando se fue, tenía miedo de enamorarse. El
frió invernal le golpeaba el rostro como nunca. Caminó dos cuadras y se
desorientó. Nunca le había pasado… Miró alrededor y no reconoció nada. Miró el cielo rogando que lloviese y se sentó en la entrada de
una casa con olor a porro.
Se acurrucó y se abrazó las piernas con los brazos. Lloró mucho. Escondió su cabeza entre sus brazo y respiró hondo.
Se
levantó y camino dos cuadras hasta un mercadito chino. Entró. Miles de ojos la envolvieron, junto con un cuchicheo que se volvía
insoportable a medida que caminaba. Se detuvo en la góndola de dulces.
Salió
del supermercado y camino rumbo a su casa sin problema. Antes de entrar
cruzó a la plaza y tiró la compra en un tacho de basura gigante.
Sonrió.
Bs. As, Argentina
9:45. Domingo
Cuando
desertó recordaba la mitad de las cosas, y de vez en cuando algunos
flashes adornaban su memoria en acto desesperado de formar parte de un
algo. Recorrió cada milímetro de la habitación con ojos sospechosos.
Buscó
algo que comer. Nada, nada de nada. Abrió la caja de cigarrillos y los comió uno por uno saboreándolos, recreando un sabor inexistente. Cuando
hubo terminado, abrió la otra caja y prendió uno de los cigarrillos.
Tras un par de pitadas lo lanzó por la ventana con asco. Anhelaba el
sabor de la marihuana, aquel olor que ahora impregnaba sus fosas
nasales. Pero no, no iba a caer otra vez, no después de lo que había
pasado.
Deseaba caminar, correr, gritar. De un salto se paró y
abrió todas las ventanas de la vieja casa. Respiró llenando sus
pulmones con el deseo de que explotaran. Sonrió al vacío, al infinito.
- Tengo que comer algo Bob.
Miró
detenidamente la foto de Bob Dylan que ahora sujetaban sus manos. Lo
besó, diez veces. Volvió a colgarlo en la pared y tomó el bolso. Abrió
la billetera y contó el dinero. Alcanzaba. Prendió el equipo de
música y dejó que la casa se inundara con la áspera voz de Pity
Álvarez. La ropa estaba tirada por todos lados. Se enfundó unas calzas,
un remeron de colores chillones y unas botas cortas, negras,
desgastadas que había pertenecido a su papá. Las olió, todavía expedían
ese olor a drogadicto inmundo. Tomó envión y corrió hacia la ventana.
Calló de rodillas en la vereda y una puntada de dolor recorrió todo su
cuerpo, paralizándola. Miró a su alrededor, no había nadie, ni siquiera
un linyera en la calle. Era temprano claro, chequeó el celular: 10:10
am.
Un supermercado y al lado un almacén. El primero. Contó la
plata otra vez. Sus viejas épocas de camello le habían dejado bien
parada económicamente, ahora se daba gustos. Compró pre- pizzas,
caramelos, yummys, bombones, 10 litros de cerveza, empanadas recién
hechas y 3 coca colas. Pago con un billete de 100 y se fue sin mirar,
sin saludar. No se quería enamorar.
Abrió la puerta de entrada
con dificultad, las casas viejas se hinchan, decepcionadas con el tiempo.
Prendió la estufa y dejó las compras sobre la mesa. Pity seguía
cantando. Levantó el tubo del teléfono y marcó: 48024405
¿Hola?
Hola Marina, soy yo Olivia. Si, te reconocí la voz. ¿Te desperté? No ya
estaba despierta, mirando la tele. Vos… ¿estás bien? Si, me siento
mejor, ayer tuve una noche difícil ¿sabes? ¿Qué te pasó?... ¿Hola? Acá
estoy. No podía dormir tuve que salir a caminar y me perdí, bah creo
que me perdí no estoy muy segura. ¿No preguntaste? No. Nunca hablo con
nadie personalmente, tengo miedo de enamorarme. ¿Cómo? Claro. Yo no
pierdo la esperanza Mariana, yo sé que algún día me lo voy a encontrar
a él. Ahhhh, hablamos de él otra vez. Siempre es sobre él, todo es
sobre él, hasta tengo el presentimiento de que las palabras que estoy
diciendo también las diría él. Eso no esta bien. ¿Por qué? Deberías
dejarlo en el pasado, me parece, te haría mucho mejor. Tal vez, pero no
quiero. Entiendo. No, dudo que entiendas lo que me pasa, pocas personas
lo hacen. Yo también me enamoré. Imagino que si pero, ¿te paso algo
igual a lo que a mi me pasó? No se de que me hablas. En algún momento
te lo cuento, ahora no me siento preparada, tengo miedo que me duela
más de lo que ya me duele. Cuando quieras. Me tengo que ir Mariana,
mañana hablamos.
Mariana se quedó con el teléfono en la mano y
un adiós en la garganta. Todavía no salí a de aquella situación, estaba
completamente perpleja. Nunca había vivido algo así. ¿De qué se trataba
todo esto? ¿Por qué la había llamado a ella? ¿Qué bien le podía hacer a
Olivia? Millones de preguntas se le cruzaron por la mente e intentó
crear una imagen de cómo sería aquella persona que recurría a su ayuda.
Cerró los ojos y comenzó a imaginar.
Mientras tanto Olivia se
observaba detenidamente al espejo. Las ojeras cubrían casi toda la
superficie de sus ojos color pardo, vidriosos. Sus labios carmín
cercanos a la perfección contrastaban con el color blanco de su rostro.
Era bonita y lo sabía, pero la tristeza se había apoderado de su ser
hacía años y la apagaba. Sintió un amargo sabor en la garganta y las
lágrimas ya comenzaban a caer por sus mejillas.
- No quiero más, ya no quiero más. Secó
sus ojos con las manos temblorosas. Se miró una vez más al espejo y
esbozó una mueca al encontrarse con su mirada. Una mirada insegura,
adolescente, casi infantil.
Se tiró sobre el colchón gastado y miró
al techo un largo rato. Otra vez el nudo en el estómago. Se levantó de
un salto y dio vueltas alrededor de la habitación como si estuviese
buscando alguna cosa. Una fotografía dormitaba sobre los papeles
desordenados de la biblioteca. La miró de reojo, casi con miedo. Rompió
en llantos y esta vez fueron imparables. El llanto se rindió y sus
fuerzas igual. Se quedó dormida con la foto pegada a su pecho.
Bs. As, Argentina
18:22 Domingo
Mariana.
Oli ¿como estas? Me dijiste Oli… Si, ¿no te gusta? ¡Me encanta! Mejor
entonces. Te llamaba para decirte que me siento mejor, de verdad. Me
gusta esa actitud, yo sabía que se te iba pasar. No se me pasó nada,
las cosas no pasan así tan rápido. No te entiendo. No se que es lo que
no entendes Mariana. El dolor desgarra, deja una herida casi incurable…
Eso depende de vos. Si y también depende de lo bien que se encuentre tu
salud mental. A la hora de arreglar problemas la salud mental no aporta
absolutamente nada, todo viene del corazón. Creo que lo escuché en algún
lado. Vos no estás intentando curarte, si te lo propusieras lo
lograrías en poco tiempo. No me conoces, ya te lo dije, el dolor y los
enfermos mentales no se llevan bien. No sos ninguna enferma vos, el
dolor te enferma. Me gusta llorar, me gusta sentir el dolor pero
sabiendo que va a terminar, ahora se que nunca voy a poder dejar de
llorar, jamás va a sanar mi herida. Te aviso de antemano Mariana voy a
cortar el teléfono… ¿El monstruo? Él, no, los...
¿Cómo
podía estar sucediendo eso? ¿No se suponía que hablando iba ser todo
mejor? Cuando uno comparte el dolor, desaparece más rápido. Mentiras,
todo eso es una mierda, una mentira grande, grande como el dolor que nos
persigue. Se sacó los pantalones y ojeó los cortes, aún la carne estaba
viva. Se deslizó hacía el baño en puntas de pie, como si temiese que
captar la atención de algún mirón. Los vidrios seguían en el piso
coloreados de sangre. Respiró profundo dos veces y se arrodillo con
fuerza sobre los trozos de cristal. Un grito desgarrador quebró el
silencio.
La imagen era triste, tristísima, casi desagradable.
El cuerpo delgado blanco yacía cual muerto sobre los vidrios flotantes
del mar de sangre. Poco a poco la sangre iba cambiando de color. Ya no
era roja, sino negra, oscura, olvidada. Los cabellos desparramados por
el suelo también estaban empapados y algunos de los hilos de sangre
provenían de la cabeza misma. Juntó coraje e intentó ponerse de pie. A
tientas se acercó al interruptor de la luz junto a la puerta. Caminó
lentamente hacia el living, dejando marcas en las paredes, donde el espejo esperaba con terror aquella
escena. Miro su reflejo unos segundos y se rio, soltando carcajadas histéricas. En acto de desesperación paso su mano por la
cara intentando despojarse de aquel flujo carmín que la cubría. Algunos
cristales se clavaron en sus labios abriendo pequeñas vertientes de
sangre. Estaba rota. Por fuera y por dentro. Con los pedazos de vidrio
en las rodillas y los pies caminó unos pasos más y tomó los
cigarrillos. Se sentó cómodamente en el sillón azul de terciopelo y
fumó divertida haciendo circulitos en el aire. Estaba muerta. El miedo
erizó los bellos de su cuerpo. Fumó dos secas, apagó el cigarrillo
previniendo lo peor y calló desmayada. Podría ser un bonito cadáver, la
sonrisa adornaba su rostro marchito. Pero no iba a morir, no iba a
dejar que eso pasara.
Bs. As, Argentina
9:34 Lunes
Y
no pasó. Intentó abrir los ojos parpadeando con dificultad. La luz del
sol bañaba todo su cuerpo secando lentamente las heridas. Ojeó el
reloj. Tenía que ir a la facultad, pero no podía aparecerse así. Se
sentó con dificultad y meditó la situación. No encontraba salida, "debía"
ir sí o sí. A rastras llegó a su cuarto y tomó el botiquín de
“primeros auxilios” limpió cada una de sus heridas, con una escoba puso
orden en el baño, borrando todos los rastros de dolor que quedaban en
el. Se metió en la ducha.
Mientras juntaba la ropa tomó el teléfono y discó el número que hacía dos días se había transformado en su confidente.
¿¿Olii??
Si, soy yo. ¿Todo en orden? Muy bien, por suerte, me acabo de bañar. Yo
estaba en eso. Bañarte hace bien ¿sabes? Obvio estar sucio no es muy
agradable para vos ni para los que están con vos. No, pero además te
limpias vos, quiero decir te perfeccionas. ¿Cómo? Claro después de una
cagada, yo soy experta en eso, limpias los errores. Jajaja nunca lo
había visto de esa forma... Mira que te das mañas. Puede ser. Si, créeme
te das mucha maña y es re lindo, así vas a avanzar más rápido. Avanzar,
crecer, renacer… Me gustaría. ¿Me parece u hoy nos levantamos con un
ánimo increíble? Me levante con ganas de no morirme. Perfecto. Me tengo
que ir a la facu Mariana. Yo también además no desayuné todavía. Yo
tampoco… ¿A que facultad vas Oli?
Y otra vez se quedó con el
tubo en la mano y una respuesta. Definitivamente Olivia no quería que
se encontraran. Era algo no raro. A veces parecía banal o superfluo,
pero entonces Olivia llamaba y contaba cosas que Mariana nunca había
oído y la dejaban pensando todo el día. Olivia nunca contó nada
personal. Ni siquiera sobre ese Él que tanto nombra. No debe ser fácil se imaginó que no debóa ser fácil. Ella dijo en un momento que conocía
una Mariana… ¿Sería ella? No. Imposible. No sabía nada de ella y… ¿Por
qué no? Nada lo impedía. Vivian en la misma ciudad, ella tenía su
número, estudiaban y de seguro en la misma facultad. Las hipótesis
terminaron por marearla. Sacudió la cabeza y se dispuso a tomar el mate
que había preparado dos horas atrás. Frío.
Olivia mientras
tanto elegía la ropa. Jeans. Remera escocesa. Borcegos. Se miró en el
espejo. Definitivamente tenía que hacer algo con su rostro. Los
pequeños corten habían conquistado toda la superficie de su cara. Los acarició uno
por uno. Suspiró y corrió hacia su habitación en búsqueda de la bolsa
de maquillajes. Cuando se encontró con su reflejo no pudo reconocerse.
Así meses que no lucía tan bien, nunca se había sentido tan libre del
dolor. Ahora podía sonreír y la sonrisa no sería un invento de actriz
barata. Se volvió a mirar y esbozó una sonrisa. Acto fallido. Todavía
no podía fingir que ser feliz.
Hizo un esfuerzo hercúleo para
desterrar a las lágrimas que se proponían abandonar sus ojos en ese
momento. No. No iba a llorar.
Agarró el bolso, guardó los libros,
tomó el mate quemándose los cortes de los labios. Sonrió. No importaba,
ya nada de eso importaba. Nuevo día. Renacer. Se lo había prometido a
Mariana, se lo había dicho a Él…
Se detuvo frente al espejo una vez más y sonrió unos segundos. Suspiró y escupió su reflejo, ya no quería mentirse.
- ¡Basta!
No quería sufrir. No quería enamorarse. Se puso la boina y salió rumbo a la facultad. Tomó el primer colectivo que paró.
- Hasta el infierno
- ¿Vas a ciudad universitaria?
-
Si-
Lo miró incrédula y metió las monedas. Ya nadie entendía nada.
Nadie escuchaba a nadie le importaba nada. ¿Desde cuando el infierno se
encontraba en Ciudad?
Viajó con la cabeza baja. Se enchufó los auriculares y no prestó atención alguna a lo que ocurría a su alrededor. Se centró
en si misma mientras la desgarradora voz del Indio Solari partía su
cabeza.Vencedores Vencidos.
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