jueves, 31 de mayo de 2012

Dos Almas

Los vicios se escondian delirantes junto al crepúsculo dorado. Los placeres se recostaban a la par de la pesadumbre árida del viento. Quejumbrosas las emociones ahogaban sus gritos carnales colmando la boca de una masa amarga intangible. Tan solo quedaban bailando al compas de la decepción dos almas solitarias que vagaban sin rumbo por aquel país de nunca acabar. El final se asomaba entre los pensamientos, pero era tan lejano como improbable. Una de las almas, la femme, se desplomó en el suelo de púas y comenzó a arrancarse los cabellos gritando desconsolada. Oídos sordos. El otro alma continuaba vagando, valiéndose de un tacto ficticio en aquella nación de la nada. El alma desconsolada arremetió las manos contra las púas y consiguió arrancar una de ellas, sin pensarlo se punzó los ojos hasta destruirlos por completo y se recostó dispuesta a esperar una muerte poco probable. CONDENADA.
El alma errante tropezó con el cuerpo marmóreo de aquel alma desconsolada y se acurrucó a su alrededor. Yacían juntos en medio de un mar de sangre infinito, obscuro.  Besó las cuencas de sus ojos y bebió su sangre, se alimentó de su dolor y arañó los espacios recónditos de su pena. No necesito valerse del tacto. Admiró con deleite la negación de la vida y se llevó consigo toda esperanza de muerte.
Las lágrimas carmesí bañaron el cuerpo del alma desconsolada, un río de sangre que no tenía fin, una condena eterna. El sufrimiento palpable de un pecado carnal. Un limbo de desgracia, edén de horror. Purgatorio interminable.
Dos almas. Una desahuciada rogando perdón y otra alimentándose del dolor ajeno, envenenado una condena para embellecer la propia.

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